Hasta ahora, he cruzados dos veces el océano Atlántico a bordo de un carguero. En octubre de 2016 viajé de Miami (EE.UU.) hasta Sines (Portugal) en el portacontenedores Msc Carouge. Unos meses más tarde, en julio de 2017, crucé desde Bremerhaven (Alemania) hasta Charleston (EE.UU.) a bordo de otro portacontenedores, el Msc Buxcoast. Me encanta el mar, por lo que en ambos casos fueron experiencias increíblemente satisfactorias, y más teniendo en cuenta que en ninguno de los dos viajes me mareé, lo cual era una de mis principales preocupaciones.
En otra ocasión tal vez cuente algunos detalles de estos viajes; de momento he comenzado a sacar una serie de vídeos en mi canal de YouTube, que les comparto al final de esta entrada. Pero hoy quisiera relacionar mis experiencias en estos viajes con unas declaraciones que leí, referidas si no recuerdo mal a los futuros viajes a Marte. Quien hablaba, que no recuerdo quién era, decía más o menos que estaba preocupado por el posible aburrimiento de los astronautas, en el caso de que tuvieran que estar encerrados en la nave durante meses.
Ya digo que no recuerdo bien las declaraciones, pero la idea era que los astronautas no o no sólo debían ser aventureros, excelentes deportistas, pilotos, buceadores, etc. En el caso de esos viajes que implicaban un confinamiento prolongado, debían también tener alguna afición como la filatelia, la lectura o similar, algo por así decir “de salón”, que les ayudara a no volverse locos de aburrimiento en esas condiciones.
Los viajes en carguero, desde luego, son muy diferentes a lo que debe ser un viaje interplanetario. De entrada, porque puedes abrir la ventana en cualquier momento, o bajar a cubierta y pasear al aire libre viendo el mar. Pero también es cierto que por la naturaleza de los viajes en un barco mercante, hay mucho tiempo de soledad. Si no sabes qué hacer con tu tiempo, o simplemente no soportas estar solo, la experiencia puede volverse rápidamente muy aburrida, y hasta agobiante.
Yo estudié filosofía, estoy más que acostumbrado a pasar días enteros leyendo. Por ello, me imaginaba que en ese nivel, el viaje en barco no iba a ofrecer ningún problema, por más que supiera que no había conexión a Internet. Y efectivamente así fue. El viaje Miami-Sines, en el cual yo era el único pasajero del barco, lo dediqué prácticamente a escribir. Me levantaba, pasaba una o dos horas viendo el mar, hasta la hora del desayuno, y luego escribía hasta que me iba al gimnasio del barco. Después, volvía al camarote a seguir escribiendo hasta la hora de la cena (me saltaba una de las comidas). Después de cenar, veía alguna de las películas que había llevado en la computadora. Me equivoqué de USB y dejé mi selección de películas, de hecho llevé en el barco las películas que no quería ver, las que había desechado, pero aun así, no me aburrí ni un solo minuto de los once días que duró el viaje.
En el segundo viaje, que duró nueve días, me acompañaron otros dos pasajeros, por lo cual había mucha más vida social en el barco. Las comidas eran más largas, porque incluían una animada sobremesa; también hubo paseos en grupo por el barco y hasta una fiesta de cumpleaños con karaoke incluido. Aun así, también tuve muchas horas de soledad, que volví a disfrutar. En esta ocasión no escribí tanto, pero vi un montón de películas y series, jugué videojuegos y leí varias novelas de ciencia ficción, entre ellas la impresionante Gente de barro, de David Brin.
Ambos viajes sirvieron para confirmar preliminarmente mi hipótesis: podría soportar un viaje interplanetario sin aburrirme lo más mínimo. Tan sólo necesitaría una buena biblioteca de PDFs y quizás algunas películas. Si además pudiera llevar un par de buenos videojuegos, de los que enganchan, es probable que el viaje se me hiciera demasiado corto…