Mes: diciembre 2017

Infografía sobre el vuelo en la New Shepard

Para celebrar el éxito de la última misión del New Shepard de Blue Origin, que este pasado 12 de diciembre llevó a cabo su séptimo vuelo (el cual fue aprovechado además para llevar al espacio doce cargas con fines educativos y de investigación), quiero rescatar esta magnífica infografía de Karl Tate publicada en Space.com sobre los vuelos de Blue Origin.

blue origin, new shepard, suborbital, commercial space, space tourism, infographicFuente:  SPACE.com: All about our solar system, outer space and exploration.

Esta imagen explica muy claramente el sistema de vuelo de despegue y aterrizaje verticales de la nave New Shepard, por cierto llamada así como homenaje a Alan Shepard, considerado el primer astronauta norteamericano a causa del vuelo suborbital que realizó en 1961, y que posteriormente fue el quinto hombre en pisar la Luna (y supongo que el único en jugar golf allí).

Blue Origin era una empresa que hasta hace poco tiempo no se consideraba en el grupo de las más avanzadas en el camino a ofrecer vuelos comerciales al espacio, pero que desde finales de 2015 ha adquirido un lugar relevante en dicho grupo, debido a sus éxitos en el lanzamiento de sus cohetes reutilizables. Además, en marzo de 2016, el propietario de la empresa, Jeff Bezos, anunció que enviaría al espacio a sus primeros clientes en 2018. Aunque en octubre de 2017 reprogramó la fecha para 2019 (una práctica común en el turismo espacial), sigue siendo una de las empresas a tener más en cuenta.

Astronautas vs. turistas espaciales

Hoy he revisado los requisitos de algunas agencias espaciales para los candidatos a astronautas. La buena noticia es que, aparentemente, no son requisitos tan restrictivos. La NASA, por ejemplo, solicita ciudadanos estadounidenses:

  • Con grado universitario en Ingeniería, Biología, Física o Matemáticas. (Por cierto, avisan de que los grados en ciencias sociales no sirven para aplicar… A la filosofía ni la mencionan…¿Por qué será?)
  • Experiencia laboral de al menos tres años (sustituible por un posgrado, o por 1000 horas de vuelo como comandante de un avión a reacción)
  • Estatura entre 1.57 y 1.90 m.
  • Presión arterial inferior a 140/90 medida en posición de sentado.
  • Visión de 20/20 con o sin corrección.

Estos requisitos son más o menos los de las demás agencias, con ligeros cambios. Como decíamos, aparentemente no son tan restrictivos. La mala noticia es que sólo es una apariencia. Sobre el papel no parece tan difícil, pero luego uno ve las cifras de los astronautas realmente admitidos y claro, las cosas cambian.

La NASA presentó el pasado junio a sus Ascans (candidatos a astronautas) del año 2017: un grupo de doce personas, con unos curriculums impresionantes, elegidas de entre 18,300 solicitudes, o sea, menos de una persona por cada mil aplicantes. Este grupo tendrá que afrontar todavía un arduo proceso de entrenamiento durante dos años, después del cual podrán participar en las misiones de la NASA.

Esto ha sido así desde los inicios de la exploración espacial. Al leer libros como «Elegidos para la gloria», de Tom Wolfe, una de las ideas que está siempre presente es que los astronautas eran una especie de superhombres.

Frente a esta opción, llamémosle «oficial», de desarrollar una carrera como astronauta, los vuelos espaciales privados tienen muchas menos limitaciones. En principio, está el asunto del dinero: si realmente quieres volar, debes tener mucho dinero. En el caso del turismo suborbital, unos 200,000 dólares. Y luego, debes gozar de buena salud: hay una lista de condiciones que te descalifican para el vuelo, está claro que si padeces de problemas cardíacos graves, o de psicosis, no te dejarán ir al espacio como turista; pero son requisitos al nivel de las personas normales, no de los superhéroes. Por ejemplo, Virgin Galactic anunció que en su vuelo inaugural estaría presente James Lovelock, el padre de la «hipótesis Gaia», que ya anda cerca de las cien primaveras de edad.

Cumpliendo con estos requisitos de salud y de dinero, ya puedes ir al espacio con un mínimo entrenamiento de dos o tres días.

Me dirán que el dinero es una limitante fuerte, y desde luego que lo es, pero también cabe decir que un fanático del espacio estaría dispuesto a ahorrar e incluso a endedeudarse para cumplir su sueño. Muy poca gente puede conseguir esos 200,000 dólares, si lo vemos a escala global, pero seguro que esa poca gente es muchísima más de la que podría llegar a ser astronauta siguiendo la carrera «oficial».

Por supuesto, a los astronautas oficiales les pagan por ir al espacio, es decir, les pagan por hacer lo que más les gusta. Pero, para quien desee ir al espacio sin tener que dedicar la vida a ello, o quien sepa que de plano no cumple o no quiere cumplir los requisitos exigidos por las agencias espaciales, el turismo espacial ofrece una alternativa muy válida.

José María Filgueiras Nodar

Mars (serie de 2016)

Estoy muy ilusionado viendo esta serie  lanzada por Nat Geo el pasado año 2016; tanto, que he decidido resucitar este blog para comentarla. El concepto es muy interesante, pues mezcla la ficción con el documental, en el contexto de la llegada de los humanos a Marte. Esta parte, desde luego, es la ficticia. En ella se narra cómo un heroico grupo de astronautas, impulsados por un proyecto internacional de gran envergadura, son capaces de llegar en el año 2033 a la superficie de Marte e instalar una pequeña base, que va creciendo con la llegada de sucesivas expediciones. Justo ahí me quedé, en el inicio del cuarto episodio, en el que se promete un choque sobre las diferentes visiones de Marte entre los miembros de lo que ya comienza a ser un pequeño pueblo de alta tecnología.

La parte documental de la serie me ha parecido mucho más interesante: incluye entrevistas con personajes tan destacados en el mundillo de la exploración de Marte como Robert Zubrin o Elon Musk, además de un buen número de escritores, científicos y expertos de la NASA. Se tratan temas como los efectos del aislamiento prolongado, la misión de un año de permanencia en el espacio llevada a cabo por Scott Kelly a bordo de la Estación Espacial Internacional, o la posibilidad de que las bases en la Antártida, como McMurdo, sirvan de modelo para el establecimiento de futuros asentamientos en Marte. Las declaraciones de los especialistas sirven de apoyo a los temas tratados en la parte de ficción, de modo que la ciencia de esta serie parece sólida. Desde luego, carezco de la formación para valorarla en su justa medida, pero me ha gustado el tratamiento que hace de los detalles técnicos, por ejemplo de la búsqueda de un tubo de lava provisto de hielo para instalar allí el primer asentamiento.

La serie tiene el mérito innegable de poner ante nuestros ojos la llegada a Marte y la posterior colonización como posibilidades reales. Sitúa estas posibilidades como los enormes logros científicos y tecnológicos que serían, y además las localiza ante el trasfondo ético del peligro de un evento que pudiera causar la extinción de los seres humanos.

Habría mucho más que decir sobre la serie, pero creo que en un blog como éste, dedicado fundamentalmente al turismo espacial, mi comentario tiene que destacar que esta modalidad turística es (o será) el primer paso hacia ese futuro en el cual la humanidad pueda poblar otros planetas. Los retrasos, fallas técnicas, complicaciones, y demás, que enfrenta la industria del turismo espacial son un reflejo a pequeña escala de los problemas que se seguirán enfrentando a medida que avancemos hacia ese futuro. Pero, por muchas razones, deberíamos tener claro que no hay otro camino.